“Huellas de arte en Antigua”
“Huellas de Arte en Antigua”
Con los colores del guipil y los paisajes de las eternas primaveras entre marzo y abril, se van plasmando las alfombras en la ciudad colonial.
Son meses de preparación, para algo más que una ocasión, porque confeccionar alfombras es una muestra de fe y devoción, así como de arte. Los diseños nacen de la inspiración, al hacer esa advocation, de la Semana Santa en Antigua Guatemala.
Es comprar el aserrin y las añelinas de colores para teñirlo, hacer los moldes, para cada uno de los diseños que serán parte de una cosmovision en ese proceso de creación.
Y cuando llega el momento, hacer la alfombra es una celebración de la fe, de la misma vida; es unir voluntades con un mismo propósito, es juntas los afanes y las ganas de aquellos a quienes no los mueve, un salario o el deseo de figurar, porque aquella obra de arte nadie la va a firmar.
En Antigua Guatemala, la ciudad colonial, hacer las alfombras implica todo un reto, pues sus calles empedradas, antes deben de ser niveladas y las piedras transformadas en lienzos que se pintan con aserrin y flores.
Aquello no sólo es afán, es la alegría de la fe, es ir plasmando un arte intermitente, que aunque dura sólo un momento, queda en el corazón para siempre.
Luego de nivelar el área, se va poniendo el aserrin con el color base, sobre el cual, se irán colocando los diferentes diseños y colores, así como el corrozo y las flores que irán dándole forma al diseño. Aquello llevara algunas horas y cuando esté concluida, se le irá rociando agua con un atomizador, para que tanto las flores como el aserrin mantenga sus colores vivos.
Nadie recibe un salario o reconocimiento, pero se ve con el corazón contento a quienes trabajaron para realizarla, a quienes los delata, las manos pintadas de colores, la ropa manchada y ese rostro de satisfacción.
La alfombre durará hasta que el anda, con el nazareno de su devoción, pase en el cortejo prosecional, a su paso se persignarán y junto con el incienso sus oraciones se elevarán al infinito.
Después tendrán que limpiar y en su corazón quedará grabado aquel momento, los niños los verán y un día seguirán aquel ritual, que es más que una costumbre o tradición, pues es una muestra de devoción y fe.
Oxwell L’bu copyrights 2018
Con los colores del guipil y los paisajes de las eternas primaveras entre marzo y abril, se van plasmando las alfombras en la ciudad colonial.
Son meses de preparación, para algo más que una ocasión, porque confeccionar alfombras es una muestra de fe y devoción, así como de arte. Los diseños nacen de la inspiración, al hacer esa advocation, de la Semana Santa en Antigua Guatemala.
Es comprar el aserrin y las añelinas de colores para teñirlo, hacer los moldes, para cada uno de los diseños que serán parte de una cosmovision en ese proceso de creación.
Y cuando llega el momento, hacer la alfombra es una celebración de la fe, de la misma vida; es unir voluntades con un mismo propósito, es juntas los afanes y las ganas de aquellos a quienes no los mueve, un salario o el deseo de figurar, porque aquella obra de arte nadie la va a firmar.
En Antigua Guatemala, la ciudad colonial, hacer las alfombras implica todo un reto, pues sus calles empedradas, antes deben de ser niveladas y las piedras transformadas en lienzos que se pintan con aserrin y flores.
Aquello no sólo es afán, es la alegría de la fe, es ir plasmando un arte intermitente, que aunque dura sólo un momento, queda en el corazón para siempre.
Luego de nivelar el área, se va poniendo el aserrin con el color base, sobre el cual, se irán colocando los diferentes diseños y colores, así como el corrozo y las flores que irán dándole forma al diseño. Aquello llevara algunas horas y cuando esté concluida, se le irá rociando agua con un atomizador, para que tanto las flores como el aserrin mantenga sus colores vivos.
Nadie recibe un salario o reconocimiento, pero se ve con el corazón contento a quienes trabajaron para realizarla, a quienes los delata, las manos pintadas de colores, la ropa manchada y ese rostro de satisfacción.
La alfombre durará hasta que el anda, con el nazareno de su devoción, pase en el cortejo prosecional, a su paso se persignarán y junto con el incienso sus oraciones se elevarán al infinito.
Después tendrán que limpiar y en su corazón quedará grabado aquel momento, los niños los verán y un día seguirán aquel ritual, que es más que una costumbre o tradición, pues es una muestra de devoción y fe.
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